NO ESTOY LOCO

Muchas personas que presentan dificultades psíquicas consultan a un médico para conseguir un remedio que alivie sus síntomas y permita seguir funcionando. A veces, el médico deriva a estos pacientes al psicólogo o al psiquiatra, suponiendo que la solución va por otro camino. Esto provoca miedos y dudas en las personas, ya que se asocia el tema de la salud mental a la locura.

El miedo a la locura se relaciona con la pérdida de control, con el juicio social, con el temor a no ser dueño de sí mismo. La persona se "siente loca" porque existe un síntoma que se "instala", se escapa a lo habitual y no se logra manejar: dificultades para levantarse, emociones sin control, acciones y pensamientos que se repiten sin "querer", alteraciones físicas sin causa orgánica, problemas de interacción con los demás.

Si bien es cierto que el trabajo de los profesionales de salud mental se vincula, de alguna manera, con la locura, también es cierto que todas las personas tienen dificultades. Todos los seres humanos son complejos, todos realizan esfuerzos para estar en el mundo y cada uno lo hace a su manera.

Desde antes de nacer, el niño se va constituyendo a partir de diversos factores que van marcando su espacio psíquico. En ocasiones, este recorrido presenta dificultades que interfieren en su desarrollo, sus relaciones y su calidad de vida, frente a las cuales el ser humano se ve obligado a crear recursos para sobrevivir. Sin embargo, con el paso del tiempo, ciertas características que por momentos ayudaron a enfrentar algunas circunstancias de la vida, ya no sirven. Es ahí que el sistema psíquico y físico, hace crisis y se constituye el síntoma.

El síntoma es un aviso de que algo no está funcionando. Esta situación de "alerta" puede ser "tapada" por un medicamento, por una vida agitada, por la inercia, por el consumo. Taparlo sirve para continuar funcionando. El problema es que llega un momento en el que "pasa la cuenta", afectando al cuerpo, a la familia, al trabajo, o a la propia realización.

Generalmente las personas consultan a un profesional cuando el síntoma las desborda y ya no logran manejar su vida. En ese momento es necesario detenerse y reflexionar: darse el tiempo para entender lo que sucede, cómo se llegó a esa situación y qué hay de la propia persona en esto. Si no se realiza un trabajo personal, continuará viviendo de la misma manera, hasta que el síntoma vuelva a desbordarla. Nuevamente se sentirá sobrepasada por el destino, las circunstancias, y volverá a sentir que no controla su vida.

Realizar este trabajo personal no es fácil. Implica enfrentar aspectos dolorosos de la propia historia, sufrimientos actuales y, quizás, necesidades de cambiar estilos de vida que, aún siendo negativos, son lo más conocido y seguro que existe. De esta manera, realizar un trabajo psicológico es un acto de reflexión y transformación. Es lo más "cuerdo" que hay.

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